El paradigma de las carreras de larga duración, técnicas a de 2 años y las licenciaturas o ingenierías de 4 ó 5 años, aunado a la didáctica tradicional ya no se alinea con la realidad del siglo XXI. Muchas instituciones, limitadas por problemas de inversión, salarios o falta de capacitación docente, no han logrado integrar las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC´s) de manera efectiva. Esto crea una disonancia con los estudiantes, cuya atención ha sido reconfigurada por la inmediatez de las redes sociales y la cultura del "reel" oscilando entre 30 segundos y 1:30 segundos.
Este fenómeno, a menudo atribuido a la falta de concentración, es en realidad un síntoma de una brecha generacional. Los estudiantes de hoy, nativos de la era digital y de la inteligencia artificial (IA), poseen una ventaja natural en el uso y aplicación de las herramientas tecnológicas que muchos profesores aún no dominan. La IA, por ejemplo, ofrece un gran potencial en la personalización de la enseñanza, pero su implementación efectiva está condicionada a la formación docente y a la superación de barreras económicas.
Aunado a esto, las motivaciones de los estudiantes han evolucionado, ante las precarias remuneraciones que enfrentan los profesionales; las carreras universitarias de varios años pierden su atractivos: puesto que los jóvenes, han desarrollado una visión pragmática, donde ven en los oficios y cursos técnicos como una vía más rápida y rentable para satisfacer sus necesidades económicas. Este cambio de mentalidad ha obligado a las instituciones, tanto públicas como privadas, a diversificar su oferta con talleres, seminarios y diplomados, reconociendo que la formación no se limita a un título de pregrado y encontrado un nuevo mercado educativo.
El Camino Hacia la Transformación: Más Allá de las Aulas
Ante este panorama, surge la interrogante: ¿qué soluciones podemos ofrecer?
La respuesta no radica únicamente en reformar las universidades, sino en la reinvención del concepto mismo de "educación". Se debe promover la visión de una "Ciudad Escuela", donde la formación trascienda las aulas universitarias. Un primer paso fundamental es el fortalecimiento de programas de formación técnica y de oficios a nivel municipal y regional. Al revitalizar iniciativas como la de Luis Beltrán Prieto Figueroa, en la creación e implementación del INCES, se puede ofrecer a los jóvenes una salida productiva y una fuente de ingresos que, lejos de ser un fin en sí mismo, les permita ver la universidad como un espacio de especialización y crecimiento, un complemento a sus oficios, no una alternativa.
Este enfoque dual fomenta una educación vista no solo como formal y estructurada, sino también como no formal y no estructurada. Se trata de empoderar a los jóvenes para que no solo busquen un salario fijo, sino que desarrollen las habilidades necesarias para emprender sus propios proyectos. Esto cambia la mentalidad de dependencia y fomenta la autonomía, la innovación y la resiliencia.
La educación debe ser un proceso integral, como lo soñaba Bolívar: una formación para la vida, no un simple "tareismo académico". El mayor error ha sido ver el proceso educativo de manera fragmentada. Los cambios son difíciles, pero la inmovilidad conduce a la obsolescencia. La transformación de la educación superior en Venezuela exige un compromiso de toda la sociedad para construir un sistema que no solo se adapte a las nuevas generaciones, sino que las prepare para liderar el futuro.

No hay comentarios:
Publicar un comentario